Existen amores que se quedan dando vueltas en nuestra memoria, aunque ya no estén en alma y sexo. Un lugar, un olor, una comida o una canción pueden despertar el recuerdo vívido del amante y sin poder detenerlo ya regresó su presencia a ti como si estuviera allí justo a tu lado. Lo que fue podrá seguir siendo siempre en otra realidad reinventada día a día y ese es el lujo que nos podemos dar los que nos servimos de la fantasía como si fuese nuestro primer sentido.
Se me antoja fantasearte cuando voy a escribir, puedo sentir tu dulzura en las yemas de los dedos y cómo aún acoges mis letras en las madrugadas cuando no puedes dormir o cuando te sientes nuevamente solo e incomprendido. Mis palabras te acarician.
No puedo evitar contar nuestra historia en mi cabeza una y otra vez, y es que ha quedado incompleta y mi obsesión por terminar lo que empiezo llama a la puerta siempre los inicios de semana.
Aún no se cómo empezar a escribir la ficción, pero tengo sensaciones que me abruman de rato en rato y mi inconsciente me lanza palabras como lenguas de fuego.
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