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La respiración en el trabajo del actor

  • Foto del escritor: Andrea Alvarado
    Andrea Alvarado
  • 6 sept 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 6 nov

Abrir, fluir, concentrar y expulsar: respirar

Es difícil encontrarse a uno mismo en escena sin respirar. Nos dicen que estamos “cerrados”, que no estamos sacando el texto, que el personaje no está interiorizado, que nos falta fuerza energética, que “está bien”, pero que no estamos completamente entregados.

Y, sin embargo, fuerza hay —y de sobra.Dentro de cada actor que haya despertado al menos el 50% de su intuición profesional habita un universo infinito de posibilidades: para sacar, exponer, expulsar y disparar con la palabra, con la acción, con un gesto o con una mirada.

Entonces… ¿qué pasa?¿Qué debo hacer?¿O qué no estoy haciendo?¿Estoy pensando demasiado? ¿Proponiendo demasiado?

Las respuestas son infinitas, y muchas de ellas nos hacen creer que no tenemos talento solo porque no logramos estar 100% disponibles en escena. Pero hay un punto en común entre todas, una llave secreta capaz de abrir todas las puertas —una a una, o todas a la vez como un dominó:

La respiración.

La que nunca te abandonaría, si tú nunca la abandonaras.

Nos dicen en la escuela: “respira, respira, respira”. Pero ¿cuánto de esa indicación sencilla trasladamos conscientemente a la escena —o incluso a nuestra vida?

Hay actores que logran, de forma intuitiva, mantener siempre la conexión con su cosmos psicofísico, irradiando desde todos los lugares. Creo que esa capacidad está profundamente ligada a la historia personal, psicológica y corporal de cada uno: nuestra identidad, nuestra enciclopedia de vida, nuestro viaje a la semilla. Por eso, los bloqueos psicofísicos siempre son distintos. La escuela ofrece una base técnica común, pero no una formación personalizada. Ese trabajo interior —de autoconocimiento y autopercepción— es responsabilidad y aventura de cada actor.

La respiración nos abre una ventana concreta: nos conecta con algo más tangible que un pensamiento, una indicación o incluso una circunstancia dada. Nos conecta con el cuerpo que habitamos ahora, con el alma si queremos ponernos holísticos, con la materia viva que somos.La respiración nos abre los poros y nos permite existir, como las plantas.

Y quizás por eso mismo, nos olvidamos de respirar en escena: porque es algo tan cotidiano, tan automático, que al entrar en el territorio poético de lo escénico, lo dejamos atrás.

Cuando trasladamos el cuerpo cotidiano al cuerpo extra-cotidiano —ese que se llena de energía, forma, presencia— generamos a veces tensiones sin notarlo. Sea cual sea su origen —físico, mental o psicofísico— la vía más sencilla para liberarlas es siempre la misma: respirar.

Todos sabemos que para lograr cualquier cosa en escena hay que ensayar, prepararse, probar, fallar.Respirar conscientemente también se ensaya.

Practicar la respiración consciente cada día debería ser un pilar esencial en la vida de cualquier artista escénico.

¿Formas de hacerlo?Meditación, mindfulness, yoga, salir a correr, ponerse una canción y moverse con el cuerpo entero… lo que sea, siempre que lo hagas con una sola intención: volver a la respiración.

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