Mis labios parlantes detonan fuegos artificiales y al respirar mi nariz se da el lujo de quebrar astros mitológicos al azahar. Nada se podrá jamás comparar al paso felino de mis cabellos bailando al viento, a la mirada absurdamente vivaz de mis pechos y al vacío amargo dulzón en mis caderas. Mis rodillas son las que invocan el fuego de la clara arena de algún lejano desierto, mi columna vertebral domina el vuelo de una militar abeja apareándose y mis pestañas ¡oh mis pestañas! vibran al son de la muerte.

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