¿Moriré?
¿Dónde depositaré mi cuerpo?
Si con un lápiz, trazando una línea, pudiera distinguir lo mundano de lo divino, como la afirmación de la negación, mi halo y todo lo que existe en mi desaparecería. El equilibrio de la futura Roma sobrevivirá en lo simple, evitará las líneas rectas y aceptará la mezcla orgánica de lo que le plazca a su emperatriz: yo.
Y lo que me place ahora es vivir.

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